miércoles, 2 de junio de 2010

Voy a hacerte MIA

Esta noche
voy a hacerte mia
te hare el amor con ganas
voy a recorrer tu cuerpo
voy a llenarte de besos

Esta noche
voy a hacerte mia
te hare el amor con ganas
yo se que tu lo quieres
como yo tambien deceo

Nena yo quiero llevarte
hasta el cielo y las estrellas mostrarte
por favor no me digas que no
dejame hacerte el amor

2 comentarios:

  1. M e gusta que me hagan el amor volando...ya te pasaré un cuento que me encanta de un tal GIRONDO...

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  2. Te lo prometi...lo femenino intenta hacer un ejercicio de abstraccion y ponlo en masculino y te daras cuenta de la forma que me gusta que me hagan el amor...

    No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como
    magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija.
    Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un
    aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente
    capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una
    exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! - y en esto soy irreductible –
    no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben
    volar ¡pierden el tiempo las que pretenden seducirme!
    Esta fue - y no otra – la razón de que me enamorase tan locamente, de
    María Luisa.
    ¿Que me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
    ¿Que me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de
    pronóstico reservado?
    ¡María Luisa era una verdadera pluma!
    Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor
    a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando
    realizaba sus compras, sus quehaceres...
    ¡Con que impaciencia yo esperaba que volviese, volando de algún paseo
    por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito
    rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!... y a los pocos segundos, ya me
    abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier
    parte.
    Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos
    aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una
    nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el
    aterrizaje forzoso de un espasmo.
    ¡Que delicia la de tener una mujer tan ligera... aunque nos haga ver,
    de vez en cuando las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los
    días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
    Después de conocer a una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase
    de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia
    sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las
    nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
    Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer
    pedestre, y por más empeño que ponga en conseguirlo, no me es posible
    ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando....GIRONDO

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