martes, 12 de enero de 2010

la esncia del erotismo

En el cuerpo amado, un accidente del deseo

Un recorrido por las funciones del erotismo: en su vínculo con las pautas sociales, que siempre transgrede; en su referencia al sujeto, que por él "busca la clave de su propio libreto"; y en sus versiones para el amor, el enamoramiento y la pasión.

Desnudez: Lograr la desnudez del otro pero también la propia, para desentrañar, en el encuentro de los cuerpos, lo más "verdadero" del propio ser.


El erotismo es del orden del secreto y del desafío. La transgresión es inherente a su naturaleza en la medida en que, a través de su accionar, pone en evidencia una prohibición, negativizándola. En la cultura, los modos del erotismo y la transgresión que implican dependen de pautaciones propias de cada época y sociedad, pero, en todos los casos, la prohibición a la que responden está referida a la regulación de la sexualidad y al control de la muerte; es decir, a aquello que implica alguna suerte de exceso, de
violencia, de desbordamiento por sobre lo instituido.

En el plano de lo singular, el erotismo transcurre en una especie de ritual donde, aun en el territorio de Eros, "la muerte es la forma emblemática de consumación del desafío" (G.Bataille, El erotismo). El horizonte de la muerte -como desintegración, desaparición, aniquilamiento- aparece en el trasfondo como posibilidad, no obstante negativizada por el marco narcisista. La tensión del yo entre prohibición y transgresión es esencial en la experiencia de lo erótico.

En el erotismo, el sujeto es -aun sin percatarse de ello- capturado a partir de cierto elemento que lo provoca, lo sorprende, lo interroga. Bien podría tratarse del roce de una pluma sobre el papel, o un pasaje de una sinfonía, unos labios abrazando el borde del cristal, el movimiento de una danza, la textura de un óleo, un lunar. La escena en la que está ese elemento adquiere otra tonalidad o cambia de foco: ese elemento pasa a primer plano. La secuencia -lenta o tumultuosa- marca un compás que envuelve a la vez que abre. El sujeto se ve introducido en cierto recogimiento o estremecimiento nada estridente, nada histriónico por lo general. Es del orden de lo sutil, lo sea o no el desencadenante.

Cuando ello tiene lugar en el marco de la relación con un otro, ambos protagonistas pueden ser -simultánea o alternativamente- foco o segundo plano -quizás su intersección-. Una mirada, una caricia o la sintaxis con la que ha sido escrita una carta de amor pueden producir el mismo efecto; siempre los cuerpos estarán implicados.

La experiencia de lo erótico es sobre todo sensual, y se desencadena a partir del registro de la percepción. No es el objeto en su totalidad el que abre camino a la experiencia: el objeto que deviene erótico se distingue por encarnar la disolución de los límites de cualquier objeto. Se trata de parcialidades que pueden o no ensamblarse, signos que pasan a un estado de equivocidad, ya que entran en consonancia con lo que en el sujeto abre al enigma. "Veía todo su rostro, su cuerpo, fríamente: sus pestañas, la uña de
su pulgar, la finura de sus cejas, de sus labios, el esmalte de sus ojos, un toque de belleza, una manera de extender los dedos al fumar; estaba fascinado -no siendo la fascinación, en suma, más que el extremo del desapego- por una suerte de figurín coloreado, porcelanizado, vitrificado, en el que podía leer, sin comprender nada, la causa de mi deseo" (R.Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso).

Esta consonancia se produce por una operación de connotación que tiende al límite trazado por la irreductibilidad del enigma. El fantasma -como sedimento de aquél- oficia de imán y traza líneas de fuerza (investimiento de huellas) que, en el planteo de la percepción, producen -por condensación- una metaforicidad intangible para la conciencia. Esta metaforicidad se encarna en la materialidad de los signos encontrados (o reencontrados) que de este modo pasan a ser connotativos de un "algo más", de un "más allá" de su superficie. El sujeto pretende desnudar, descifrar aquello cuya presencia lo fascina. Los signos tienen ahora una fuerza que atrae hacia un horizonte que se vislumbra por detrás de un vidrio mojado; superficie que se acaricia y que sostiene el hechizo, a condición de mirar a su través sin nunca atravesarlo.

Lo amoroso atraviesa lo erótico, pero no lo abarca: lo pulsional desligado y lo amoroso ligador se combinan dándole un nombre -siempre inacabado- al deseo, que es a su vez resultante del entrecruzamiento entre las formas particulares de constitución de los fantasmas con los modos sociales de producción de subjetividad. "Hay allí un gran enigma del que jamás sabré la clave: ¿por qué deseo a Tal? ¿Por qué lo deseo perdurablemente, lánguidamente? ¿Es todo él lo que deseo (una silueta, una forma, un aire)? ¿O no es sólo más que una parte del cuerpo? Y en ese caso, ¿qué es lo que, en ese cuerpo amado, tiene vocación de fetiche para mí? ¿Qué porción tal vez increíblemente tenue, qué accidente?" (Barthes).

El erotismo es una de las vías por las cuales el sujeto se encuentra con el enigma de su deseo que lo interroga, e intenta, en la experiencia misma, ir al encuentro de aquello que le permita descifrar su sentido, encontrar la clave de su propio libreto, aquello que le es más propio y que nunca llegará a dilucidar del todo, puesto que se encuentra -por efecto de la represión- en el terreno de lo infranqueable.

1 comentario:

  1. Casanova, ante todo gracias por ilustrarme con tu entrada...erotismo, unido a sensualidad, me gusta!!!! te parecer erótico cenar con una mujer y observar como come, como mastica, como se mete el tenedor o la cuchara en la boca o tal vez, en una cena desenfadada como come con delicadeza con las manos y se chupa los dedos??? y el beber??' como se mueve ese cartílago cricoides al producirse el reflejo de deglución, indicando el paso melodioso de ese vino, tal vez, por una parte interna de su cuerpo, pero primeramente, rozó sus labios...me contestarías??' gracias besitos

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